Buscar este blog

lunes, 30 de marzo de 2015

Ejercicio: Narrador en segunda persona

Frente al espejo

Te va bien Victoria. Hasta ahora al menos. Solo que ahora una idea se ha metido en tu cabeza: escribir. Una sugerencia de Manu, «Planeemos un año sabático», se ha convertido en irrenunciable. Escribir en soledad, sin interrupciones. Tantas lecturas deben servirte para algo y la proximidad del mar, el sosiego que te proporciona, también.
Pero dejas atrás personas. Algunas no te importan demasiado, sé sincera. Las compañeras de trabajo, por ejemplo, previsibles con sus ciclos menstruales, sus conflictos con los hijos o con los padres, con su bondad natural para solidarizarse con problemas ajenos «¿tú quieres que yo…?» Qué aburridas te parecen, aunque tú pertenezcas al mismo género. Y eso es un conflicto, ¿verdad?, ser una de ellas y no sentirte cómoda entre las de tu clan y sí en el opuesto, el masculino. En realidad no crees que sean opuestos; opuesto suena a cosas muy diferentes y tú quieres creer que no es así, que todos son personas y ya. Puede que hayas sido injusta con ellas, que no les hayas dedicado suficiente atención, que las hayas estereotipado sin pensarlo demasiado, al primer golpe de vista. Y eso tampoco es así, Victoria. Tampoco es así por mucho que te gusten los hombres, mejor dicho, la naturaleza masculina. ¿Habrías querido ser uno de ellos? No: te encanta coquetear —cruzar las piernas cuando estás repantigada en el sillón, beber la copa mirando de reojo a la víctima, observar el vacío por encima de su hombro cuando te habla— y esto no sabe hacerlo un hombre. Ni aunque se lo propusiera. Van de frente.
Lo que te ocurre es que los admiras. Admiras al noble bruto, la valentía con que ha admitido la mayor responsabilidad desde el inicio: alimento y protección para la familia. ¡Si te oyera una feminista! No te importa, tendrías argumentos nombrando a tu padre, hermanos, a tu amigo homosexual que es también hombre —aunque esto sea su tormento, ninguna mirada como la suya para hacerte sentir la más femenina y deseada al verle morderse el labio, entrecerrar los ojos envidiosos—. Y, bueno, puestos a nombrar, tendrías que nombrar a Manu.
Manu con sus prontos de genio vivo, con su necesidad permanente de ternura; Manu con su dedicación al trabajo, a ganar dinero, mucho, como si lo necesitara para adquirir una parcela revalorizable en el Más Allá y construirse su Paraíso. De tanto trabajar ha olvidado como disfrutar el dinero aquí o, tal vez, piensas, le resulta tan complicado conseguirlo que se convierte en demasiado valioso para prodigarlo, aunque a ti no te niega nada. Manu con su miopía convertida en ceguera; Manu, sacudido por tus reproches cuando le echas en cara sin la menor compasión que está desperdiciando su vida por arrastrar un carro en el que muchos se han subido cómodamente sin dar, apenas, nada a cambio.
Como tú, Victoria. Porque tú también te aprovechas. De dónde si no el Audi completo de extras; de dónde el viaje anual a cualquier parte del mundo; de dónde las joyas de Suárez o las fiestas de cumpleaños en el local de moda. Tú podrías pagar el piso —no en el que vivís, claro— un coche aparente y la ropa de marca, pero nada más, chica. Él sostiene tu mundo pero tú dices que la felicidad es otra cosa. En realidad no sabes qué pensar.

Por eso te vas a la casita de la playa sin comodidades, no por snobismo, no. Vas a escribir, sí, y a demostrarte hasta dónde puedes prescindir de eso que dices que no es necesario para ser feliz. Hasta dónde puedes prescindir de Manu.

martes, 24 de marzo de 2015

Un día cualquiera



La tarde decaía y se estaba bien en la terraza del hotel en la que el Consorcio de Comercio nos obsequiaba con un cóctel tras la conferencia y la sesión de trabajo.

━Vamos a hablar con Carlota ━sugirió Luisa.

Mi marido vino con nosotras. Me chocó. Carlota tomó la batuta “conversadora” tras saludos y besos en las mejillas. A los pocos minutos, Luisa se quejó de dolor en los pies y mi marido le acercó una silla de las que anhela cualquier “coctelero” tras media hora de permanecer de pie y hacer equilibrios con la copa y los canapés.
Mi marido iba por la tercera cerveza, Luisa seguía con su copa de agua mineral de “alta costura”, igual que ella; Carlota bebía la segunda copa de blanco, como yo.
Puede que el vino además de afectar la cantidad de su verborrea, afectara también la calidad porque comenzó a contar cosas importantes.
━Me separé hace un año. Un trauma. Para mí, un trauma.
━Pobre ━dijo Luisa con expresión triste.
Luisa tenía la virtud de empatizar con rapidez. A mí sin embargo me costaba. Ella afirmaba que era cuestión de entrenamiento y una manera muy útil de conectar con los clientes.
━Pues sí. Yo aguanté mucho, pero mucho. Estaba muy enamorada. Vamos, para no darme cuenta de que tenía otra vida, mujer, otros hijos ━Nuestros rostros debían reflejar el más completo asombro: así que eso no sucedía solo en las películas de la sobremesa del sábado━ Sí hija, sí. Seis años, seis, que se dice pronto.
━¡Qué horror! A mi me hace eso mi marido y lo mato. Otra cosa es una aventurilla. Por mi parte, claro, no por la suya ━añadió Luisa, majestuosa en su silla.
━El problema es si no lo sabes a tiempo de evitar la traición ━intervine extrañamente molesta por la presencia de mi marido en la conversación. Él lanzaba miradas alrededor. Yo también. Lo cierto es que no había nadie conocido a quién saludar.
━De todas formas las mujeres vamos espabilando, no te creas. Hay cada una que ni Casanova ━sentenció Carlota.
Yo reí por hacer algo, por animarme. La comparación le había salido mitad crítica, mitad envidiosa. Era sincera, no cabía duda.
━Pues eso es lo que tienen que hacer, espabilar ━dijo Luisa entre carcajadas.
━Qué pensáis que abunda más en esta reunión, ¿cornudos o cornudas?
No sé por qué hice esa pregunta, la verdad, me pasó por la cabeza y se materializó por efecto del Rueda, seguro. En ese momento mi marido preguntó a Carlota si quería una silla y antes de que le contestase salió disparado a buscarla. La conversación quedó en suspenso hasta que volvió con ella.
━¿Y a tu mujer no le vas a traer una? ━le reprochó Luisa sonriendo desde su trono.
Mi marido se había sonrojado como un adolescente. Hice memoria de cuánto hacía que no le veía así. No demasiado, puede que un mes, entré sin llamar en el despacho y él bajó la tapa del portátil con rapidez, he terminado por hoy, aclaró.
━Hace calor, ¿no? ━dijo al ofrecerme la silla antes de apurar la cerveza que le quedaba en la copa.
Luisa y Carlota estuvieron de acuerdo en que la tarde era bochornosa y continuamos hablando del tiempo hasta despedirnos.

sábado, 21 de marzo de 2015

El Duelo



En la esquina de dos calles ruidosas se instala un mendigo. Coloca con cuidado unos cartones. Viste cazadora y vaqueros viejos que contrastan con el aspecto joven, casi niño, que refleja su cara. Se sienta y deja ante él una boina con la que ha espantado el relente de la noche. Mete las manos en los bolsillos de la cazadora y rebusca, en el forro descosido, sus herramientas: ceras chatas de colores indistinguibles.
Antes de sacarlas del bolsillo, unos zapatos que hace años debieron brillar con luz propia y que ahora, a duras penas, mantienen la triste dignidad de disimular agujeros y pespuntes rotos, se han detenido.
El joven espera ver caer la moneda en la boina, en cambio oye una voz.
—Oye, esta es mi esquina.
Levanta la vista y ve a un individuo con traje oscuro y arrugado, coderas de diferente color y camisa casi blanca abrochada hasta el último botón de un cuello que cubre otro
pellejudo como el de un pavo.
—¿Dónde lo pone, colega?
—¿Dónde pone el qué?
—Que esta esquina es tuya.
—Venga, va en serio. Llevo aquí más de un  año. Si algunos hasta saben mi nombre —dice el hombre señalando a los viandantes.
—Me la suda —contesta el de la boina repartiendo en el suelo las ceras como si colocara el instrumental de un quirófano.
—Oye, esto es como si llegas a la oficina y te sientas en una mesa que no es la tuya.
—No me des la vara, viejo. Que no me voy —grita y levantan la vista de las pinturas—. ¿Dónde está la mesa?  ¿Dónde tu nombre? ¿Eh, dónde?
El mendigo sopesa las posibilidades que tendría de echarlo de allí. No parece muy fuerte pero no hay quién le discuta su juventud. Con un suspiro, echa una mirada resignada a la esquina, comprende que ha perdido sin necesidad de pelear y cruza la calle.
La otra acera no le es desconocida. Comenzó a este lado de la calle, pero los olores de la cocina del mesón Los Caracoles provocaban tal ruido en su estómago que le daba vergüenza su hambre.
Dirige la vista a la otra acera. Observa al dibujante ensimismado en su tarea. La gente que pasa se detiene un segundo y  muchos le dejan una moneda en la boina.
El viejo mira los cartones que lleva bajo el brazo. Se acerca a la pizarra que está en la puerta del mesón. La tiza cuelga de un cordel y la arranca con disimulo.
Se separa unos metros y se sienta enfrente del chico. Ahora te vas a enterar, listo. Y escribe en su cartón. Cuando termina lo gira y lo coloca de cara a los peatones y al joven mendigo.

si me da una moneda se sentirá mejor

A pesar de los metros que les separan, ve el rostro crispado del joven, las mandíbulas apretadas, la rabia con que aparta las ceras. Se ha sacado un cartón de debajo del culo y comienza a escribir:

si me da una moneda pasará mejor el día

El viejo aguanta con su cartón unos minutos mientras discurre la réplica. La tiene:

si me da una moneda su conciencia le dejará en paz

Pero el joven también ha ideado un nuevo mensaje

si me da una moneda Dios le bendecirá

Y los cartones cambian y los mensajes se renuevan cada vez con más rapidez

si me da una moneda su sonrisa será sincera

si me da una moneda se le alegrará el corazón


Les queda a cada un pedazo de cartón. Será el mensaje de despedida, el que puede dirimir quién es el ganador del duelo, porque hasta ese momento ambos saben que están igualados: no ha sido difícil contar cuántas personas se han agachado o han alargado el brazo para dejar caer una moneda de veinte céntimos, las más frecuentes. La boina de uno y el platillo del otro han recogido una buena cosecha, pero la tarde cae, hace frío, ambos se frotan las manos y se resguardan, como pueden, en el cuello escaso de sus ropas mientras pasean y piensan.
El de la boina se decide, da la vuelta al último cartón y escribe:

si me da una moneda estaré aquí mañana

El viejo se estremece. Ese mensaje es bueno. Sí, bueno de verdad, cojones. Pero el mío será mejor. Escribe, tacha, vuelve a escribir, borra usando la manga de la desvalida chaqueta. Al fin, cruza una mirada de triunfo con su contrincante y muestra su mensaje:

si no me da una moneda no estaré aquí mañana

***

Manolo ha recogido las mesas de la terraza. Deja para el final la pizarra. Ve a los mendigos, «¿Qué, hoy os quedáis aquí, o qué? Hace frío, largaos ya». Pero al poco rato sale con un par de bocadillos de chorizo. Entrega uno al joven, y mira su mensaje mientras se frota la barbilla. Después al viejo, y reflexiona delante de su cartón. Antes de entrar al bar se gira y les grita,  «Ya me podíais decir mañana quién ha recogido más pasta para conocer mejor a la clientela». 


De la mano de Julio Cortázar





10 Consejos de Julio Cortázar para escribir cuentos:
 Julio_Cortazar a_maquina
1. No existen leyes para escribir un cuento, a lo sumo puntos de vista.
Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes… no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable”. (Algunos aspectos del cuento)
2. El cuento es una síntesis centrada en lo significativo de una historia.
El cuento es …una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia”… “Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el “clímax” de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos”. (Algunos aspectos del cuento)
3. La novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out.
Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario. Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran, y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos”. (Algunos aspectos del cuento)
4. En el cuento no existen personajes ni temas buenos o malos, existen buenos o malos tratamientos.
…en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema”. “Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka”… “Un mismo tema puede ser profundamente significativo para un escritor, y anodino para otro; un mismo tema despertará enormes resonancias en un lector, y dejará indiferente a otro. En suma, puede decirse que no hay temas absolutamente significativos o absolutamente insignificantes. Lo que hay es una alianza misteriosa y compleja entre cierto escritor y cierto tema en un momento dado, así como la misma alianza podrá darse luego entre ciertos cuentos y ciertos lectores”. (Algunos aspectos del cuento)
5. Un buen cuento nace de la significación, intensidad y tensión con que es escrito; del buen manejo de estos tres aspectos.
Julio Cortázar y Gabriel García Márquez
Julio Cortázar y Gabriel García Márquez
…el cuentista trabaja con un material que calificamos de significativo… El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo… al punto que un vulgar episodio doméstico… se convierta en el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo quemante de un orden social o histórico… los cuentos de Katherine Mansfield, de Chéjov, son significativos, algo estalla en ellos mientras los leemos y nos proponen una especie de ruptura de lo cotidiano que va mucho más allá de la anécdota reseñada”… “La idea de significación no puede tener sentido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensión, que ya no se refieren solamente al tema sino al tratamiento literario de ese tema, a la técnica empleada para desarrollar el tema. Y es aquí donde, bruscamente, se produce el deslinde entre el buen y el mal cuentista”. (Algunos aspectos del cuento)
6. El cuento es una forma cerrada, un mundo propio, una esfericidad.
Señala Horacio Quiroga en su decálogo: Cuenta como si el relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento”. (Del cuento breve y sus alrededores)
7. El cuento debe tener vida más allá de su creador.
…cuando escribo un cuento busco instintivamente que sea de alguna manera ajeno a mí en tanto demiurgo, que eche a vivir con una vida independiente, y que el lector tenga o pueda tener la sensación de que en cierto modo está leyendo algo que ha nacido por sí mismo, en sí mismo y hasta de sí mismo, en todo caso con la mediación pero jamás la presencia manifiesta del demiurgo”. (Del cuento breve y sus alrededores)
8. El narrador de un cuento no debe dejar a los personajes al margen de la narración.
Siempre me han irritado los relatos donde los personajes tienen que quedarse como al margen mientras el narrador explica por su cuenta (aunque esa cuenta sea la mera explicación y no suponga interferencia demiúrgica) detalles o pasos de una situación a otra”. “La narración en primera persona constituye la más fácil y quizá mejor solución del problema, porque narración y acción son ahí una y la misma cosa… en mis relatos en tercera persona, he procurado casi siempre no salirme de una narración strictu senso, sin esas tomas de distancia que equivalen a un juicio sobre lo que está pasando. Me parece una vanidad querer intervenir en un cuento con algo más que con el cuento en sí”. (Del cuento breve y sus alrededores)
9. Lo fantástico en el cuento se crea con la alteración momentánea de lo normal, no con el uso excesivo de lo fantástico.
El génesis del cuento y del poema es sin embargo el mismo, nace de un repentino extrañamiento, de un desplazarse que altera el régimen “normal” de la conciencia”… “Sólo la alteración momentánea dentro de la regularidad delata lo fantástico, pero es necesario que lo excepcional pase a ser también la regla sin desplazar las estructuras ordinarias entre las cuales se ha insertado…  la peor literatura de este género es sin embargo la que opta por el procedimiento inverso, es decir el desplazamiento de lo temporal ordinario por una especie de “full-time” de lo fantástico, invadiendo la casi totalidad del escenario con gran despliegue de cotillón sobrenatural”. (Del cuento breve y sus alrededores)
10. Para escribir buenos cuentos es necesario el oficio del escritor.
…para volver a crear en el lector esa conmoción que lo llevó a él a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese oficio consiste, entre muchas otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con sus circunstancias de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede conseguirse este secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión… tanto la intensidad de la acción como la tensión interna del relato son el producto de lo que antes llamé el oficio de escritor”. (Algunos aspectos del cuento)
Recomendado:

2 Respuestas a “10 Consejos de Julio Cortázar para escribir un cuento

  1. Los consejos provienen de quien escribió cuentos y desde esa experiencia tienen gran valor, pero adicionalmente, la forma en que los describe (los consejos) brinda elementos para guiarse sin perder el estilo puesto que no dicta reglas sino premisas.
    Acabo de leer “Clases de Literatura” de Julio Cortázar, un libro que me ha dejado gratamente impresionado, el cual recomiendo por demostrar la gran humildad y profesionalismo para ampliar perspectivas literarias y conocerle más como autor, ser humano y un ejemplo de lo que implica el conocimiento profundo de lo que se hace.
    Saludos y hasta pronto.
    #ÉxitoSiempre

lunes, 9 de marzo de 2015

Una hoja en blanco. El principio de una historia.

—Hola, soy Telma y soy escritora.


Era como lo había soñado: una librería con mucha gente esperando que les dijera unas palabras y haciendo cola para comprar mi libro y llevárselo firmado. El triunfo me acompañaba. Mi obra detrás de mí, en un gran cartel, y yo dando las gracias a aquellos que me ayudaron a conseguirlo. Además de la excelente presentación que había hecho de mí la editora, encantada por la crítica más que favorable de los expertos.


Resultaba gratificante ver mi sueño cumplido. Me había empeñado en colarme en ese mundo dónde solo unos pocos tenían sitio. Entré por la puerta grande encantada con mi suerte. Muchos de los compañeros ni siquiera llegaban a rozarla.


Ahora me tocaba dar la talla. En pie, bajé la vista y me dispuse a hacer lo que debía...

—Hola, soy Telma y soy alcohólica.
Por fin lo solté y dije en alto lo que era. A pesar de ello, de lo que me aseguraron, no me sentí redimida ni reconfortada, ni siquiera distinta. Ahora sí que necesitaba un trago, y de los largos. Me atreví a mirar esas caras que se giraban hacia mí intentando averiguar los motivos por los que me encontraba ante ellos. Sus ojos fijos los percibía dentro, sondeando en mi cabeza, buscando los porqués. Me avergonzaba hablar.

—Hace tiempo quise ser escritora y lo conseguí. Los amigos y la familia me animaban, las editoriales me llamaban solicitando mis manuscritos…, el mundo me aclamaba. Tuve el triunfo en mis manos. —Guardé silencio y tomé aliento—. Más tarde llegó la nada… La maldita hoja en blanco.

Me costaba continuar. Mi mente iba por otros derroteros. A ella no le gustaba lo que estaba haciendo. Ella quería adormecerse de nuevo, sin preocupaciones: “¡Confesarse, qué estupidez! ¿Acaso recuperarás todo lo que perdiste?... Ya lo has hecho, ¿y ahora qué?… Todos estos que te miran con sonrisa benevolente no son mejores que tú: fracasados a tiempo completo. Desilusionados. Han dejado de sentir y se ha refugiado en este lugar. Se apiñan en grupos para protegerse. Estúpidos, no saben que están solos. Tal vez piensen que buscas su perdón. Que se lo queden. Es preferible que sigas bebiendo, olvidar este mundo que solo te causa dolor y volver a tú rincón donde solo el silencio reparador te acompaña.”
Continúe hablando con la vista baja. No quería ver sus rostros, estaba avergonzada. Tal vez habían leído mi mente y sabían lo que pensaba de ellos.

—…A pesar de mi fracaso, durante un tiempo seguí rellenando folios con relatos que nadie leía y seguía bebiendo Bourbon con cada decepción. Malas historias que me llevaban a ninguna parte. Creí que tendría una nueva oportunidad de colarme entre la élite y casi sin darme cuenta me colé, pero no donde yo quería, sino en otro mundo distinto. Uno que me ayudó a evadir los problemas y me alejó aún más de la persona que fui. —Otra vez se me atascaron las palabras. Todos los ojos me miraban intrigados. —El fracaso llamaba a mi puerta con cada intento, con cada palabra que hacía aparecer en el inmaculado folio. Comprendí que emborronar hojas no era escribir. Las historias debían llegar, clavarse en el lector como un aguijón que le dejase herido para siempre. Y eso yo no supe hacerlo de nuevo. La pluma de la musa había rozado mi frente solo una vez y después, borracha de éxito y de alcohol, no supe continuar sola —bajé el tono—. Todas las historias se fueron de golpe y quedó el vacío, el más doloroso, el que me impedía poder contarlas. Después de ese, fueron naciendo los demás vacios, que ya no me importaron: el de las editoriales, de los amigos, de las personas que me querían...,—suspiré y levanté la vista—. Ese desierto en el que me adentré ha durado hasta hoy. Pero por fin he decidido volver a intentarlo y rellenar algunos de esos huecos…

Guardé silencio y el resto lo guardó conmigo, un segundo, dos… Temblaba. De pronto un hombre se puso en pie aplaudiendo y con él arrastro al resto del auditorio. Comprendí que había llegado a la meta. Sería un éxito. Miré a mi agente que se acercó sonriendo y me abrazó.

—La señorita Telma Reviriego les ha leído el primer párrafo de su libro “El principio de una historia” Una novela desgarradora sobre el fracaso. Solo quiero comentarles una cosa más. Aunque la protagonista de la novela se llama igual que ella, en común solo tiene el nombre. Nuestra novelista es una triunfadora —dijo señalando el cartel que tenía a su espalda—. Ahora, nuestra gran autora pasará a firmar sus ejemplares. Gracias a todos por su presencia.

Mariló Jimenez

miércoles, 4 de marzo de 2015

El vino del estío

―Tom ―dijo Douglas―, prométeme una cosa ¿vale?
―Prometido ¿qué es?
―Eres mi hermano y te odio a veces, pero no te separes de mí ¿eh?
―¿Me dejarás entonces que ande contigo y los  mayores?
―Bueno…sí…eso también. Pero quiero decir que no desaparezcas ¿eh? No dejes que te atropelle un coche y no te caigas por ningún precipicio.
―¡Claro que no ¡ ¿Por quién me tomas?
―Y si ocurre lo peor y los dos llegamos a ser relativamente viejos, de cuarenta o cuarenta y cinco años, podemos comprar una mina de oro en el oeste, y quedarmos allí, y fumar y tener barba.
―¡Tener barba, Dios!
―Como te digo. No te separes y que te ocurra nada.
―Confía en mí.
―No m e preocupas tú ―dijo Douglas―, sino el modo como Dios gobierna el mundo.
Tom pensó un momento.
―Bueno, Doug ―dijo―, hace lo que puede.

Ray Bradbury

GERUNDEANDO

https://www.tallerdeescritores.com/quedate-en-casa-a-escribir?sc=dozmv7bo8hzl6um&in=kw35vb0jr7h13kf&random=9092 Por César Sánchez